


El barrio Estación poseía identidad y vida propia, el movimiento de pasajeros generó la aparición de hoteles, pensiones, almacenes, restaurantes, bares, ferreterías, entre otras actividades comerciales desarrolladas en el barrio.
Esta actividad comercial se potenciaba con la estación de ferrocarriles que generó otra variante dentro del barrio, la generación de un barrio industrial no planificado, debido a que casi el total de las personas que vivían en el barrio, trabajaban para ferrocarriles, lo que provocó la unión de los habitantes y la generación de una identidad como barrio “Ferrocarrilero”.
Esto se veía reflejado en las fiestas comunitarias que realizaban los obreros de ferrocarriles, en donde todo el barrio asistía. La celebración de las fiestas patrias (fecha en donde la estación se adornaba con los colores patrios), las navidades y el año nuevo (época en donde los obreros salían a la calle a esperar lasa doce y se accionaban las campanas y bocinas de los trenes anunciando la bienvenida del nuevo año), todas estas fiestas rodeadas de una mística especial, pertenecer a un barrio y una actividad económica común, lo que potenciaba los lazos sociales entre los vecinos.
El corazón del barrio latía en cada locomotora que llegaba a la estación cargada de pasajeros que de alguna manera formaron parte del barrio. El constante flujo de personas en el lugar , y cada historia vivida y contada, llenaron de vida al sector.
ANA MARÍA OJEDA / Taller Editorial / Sede Valdivia
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